Así de entrada les digo que en mi familia no hay tradición en dos ruedas, mucho menos Harlera.

Soy Manuel Velázquez Mares, vivo en Chilangolandia, y a mucho orgullo provengo de Ecatepunk aunque mis padres son de los altos de Jalisco.

Mi Padre en sus tiempos tuvo un par de motos Islo Apache 175, en las cuales irresponsablemente (y por increíble que parezca) llegó a subir a mi Madre y a tres de mis hermanos, lamento no tener foto de esos momentos, de hecho no sé si existan, pero tanto él como mis carnales me han platicado las anécdotas de cuando estaban bien morritos.

Cuando llegó el cuarto chamaco, mi Madre y mi Abuelo obligaron a mi Papá a vender la moto y ahí acabó la historia de los CC en mi familia, cabe aclarar que yo llegaría hasta 10 años después a esta vida.

Bueno, vamos a lo nuestro; recuerdo que el primer contacto que tuve con una moto, fue por allá de 1991 o 92, cuando entró la moda en ciertas colonias de rentar motonetas y aquellas motos conocidas como pony ¿se acuerdan? Yo perfectamente.

A mis 11 años juntaba los domingos y me iba a la cuadra de atrás en donde un ruco malencarado, gordo y bigotón rentaba unas Pony Yamaha PW50. Yo me sentía como piloto de motocross, eran automáticas y jalaban duro cuando estaban nuevas porque al poco tiempo con tanta chinga empezaron a fallar.

Después ya como a los 18, un cuate de la colonia se compró una abonera para irse a la escuela, creo que también era Yamaha y muy amablemente me la prestaba para dar la vuelta a la manzana (término clásico acá por los rumbos del DF y Edomex), la neta estuvo muy chido porque así aprendí a manejar una estándar.

Es fin, que desde que me acuerdo tuve la inquietud de las motos, eso si las pisteras nunca llamaron mi atención, siempre eran las choppers la que hacían que babeara como perro en carnicería y ni que decir cuando veía una harley.

Llegó el tiempo de trabajar y de ahorrar billete para comprar vehículo y dejar el transporte público, primero fue un compacto chirris, después otro y luego otro.

Después conocí a una chiquilla y pues llegó el momento del bodorrio y de ahorrar para el depa, en fin, que el momento de tener la moto, aunque siempre pensaba en ella, no más no lo veía cerca porque tenía chingos de gastos.

Por ahí de mis 29 años empecé a ahorrar, ahora si en serio, le dije a mi esposa, sabes qué, me voy a comprar mi Harley, salió una nueva bien chingona y neta me enamoró, cabe mencionar que nunca le dije a mi vieja que modelo, color o cilindraje era.

Un par de meses después llegó mi cumpleaños 30, no se para ustedes, pero para mí fue un parteaguas en mi vida, aunque ya estaba casado y con muchos compromisos pues sentía que dejaba la edad o en este caso la década del desmadre y empezaba una época de más “madurez”.

Mi diablo caía en martes, así que un fin de semana antes de la fecha cumplea-ñera me aventé en paracaídas y tuve una fiestota.

El mero día, martes 27 de abril del 2010, mi esposa me dice que me quiere llevar a cenar para celebrar, le digo que sí, ella elige un restaurante, llego al lugar, pedimos y de sorpresa empiezan a llegar uno a uno mis cuates, el chiste que una cena de dos se convirtió en mesa para 8.

Terminamos, pagamos, salimos, me despido de los cuates y le doy el boleto del coche al valet…

Lo que sigue lo platico muy brevemente pero para mí pasó como en 5 horas, todo súper lento.

Resulta que en lo que esperaba el coche un tipo llega en una Sportster Iron 883, negro mate, 2010, nuevecita, se para enfrente de mí, en la cabeza tuve de inmediato el pensamiento “Ahhh esta es la Harley que quiero, si está bien chingona”, acto seguido el tipo baja de la burra con casco puesto, la deja prendida, se acerca a mí y me dice “Su moto señor”.
Ahhh ¡qué recuerdo! Yo no sabía que estaba pasando, el güey se quita el casco y era otro de mis amigos, volteo a ver a mis otros cuates y a mi vieja que estaba en la banqueta a lado mío y todo me dice ¡FELICIDADES!

Sí, así es, mi vieja me regaló mi primer Harley…

Estaba tan pinche nervioso que no la pude manejar a la casa, me fui en el carro y le dije a mi amigo que la llevaba que me la aventara hasta mi house, a mi me temblaban las piernas.

Lo más cabrón fue que nunca le comenté a mi esposa que modelo, color o cilindrada quería, ¿se acuerdan? Bueno pues ella fue a la agencia, preguntó precios, financiamiento, etc. y la eligió, así nada más. Después le di a mi vieja el billete que yo ya llevaba juntado para dicho propósito, pero el detallazo estuvo cabrón.

Fue la moto perfecta y desde ese 27 de abril “La Poderosa” y yo cumplimos años el mismo día.

En fin, creo que ya me alargué con el relato, así fue como llegó la Harley a mi vida, pero lo que si quiero decirle es que más que tener una moto como desde morro anhelé, el mundo de las dos ruedas me ha traído seguridad en mí mismo, a levantarme después de caer y afrontar la carretera que para muchísimos que quieren pues no más no se atreven porque les falta valor.

Lo mejor que las dos ruedas me han dejado son hermanos. Yo pertenezco al Vintage MC, algunos miembros son famosos en el Sportster CC como El Bodo y Dr. Taz, y todos somos brothers y nos apoyamos tanto en la carretera como afuera de ella, también he tenido el privilegio de conocer a gente como La Cocas y Luiyi, que cuando lo necesite al caer de la moto estuvieron ahí para auxiliarme casi sin conocerme.

Así que en este mundo sin duda alguna, con un gran motor viene una gran responsabilidad pero una mejor recompensa…

Les mando un abrazo y rueden felices…

El Dizzy.